martes, 12 de febrero de 2008

G. K. Chesterton: EL HOMBRE QUE ERA JUEVES

El mundo era realmente muy viejo
cuando tú y yo éramos jóvenes.

Hay fuerza en echar raíces
y bondad en hacerse viejo.

Hemos encontrado al fin cosas en común,
y acuerdo y un credo,
y ahora puedo escribir sin riesgos
y tú, sin riesgos, puedes leer.

Ese joven con largo pelo castaño rojizo y rostro descarado no era realmente un poeta; pero, sin duda alguna, era un poema. Aquel anciano caballero con su barba blanca indomable y su indomable sombrero blanco, sí, ese venerable farsante no era realmente un filósofo, pero al menos daba ocasión de filosofar a otras personas. El caballero científico de cabeza calva en forma de huevo, con un descarnado cuello de pájaro, no tenía derecho en realidad al presuntuoso aire científico que asumía. No había descubierto nada nuevo en biología; pero ¿qué criatura biológica podría haber descubierto más original que él mismo?

La mayoría de ellas pertenecían al tipo de mujeres vagamente llamadas emancipadas y manifestaban cierta protesta ante la supremacía del varón. Sin embargo, estas mujeres nuevas estaban siempre dispuestas a tener la extravagante deferencia hacia un hombre que ninguna mujer corriente tiene jamás, que es la de escucharlo mientras habla.

Un artista desprecia todos los gobiernos, elimina todas las convenciones. El poeta se deleita sólo en el desorden. Si no fuera así, la cosa más poética del mundo sería el ferrocarril metropolitano.

El poeta estará descontento incluso en las calles del cielo. El poeta es siempre un sublevado.

La cosa más poética, más poética que las flores, más poética que las estrellas, la cosa más poética del mundo es no estar enfermo.

Su cara era grave y transparente y aparecía en ella la sombra de una responsabilidad irracional que existe en lo más profundo de la mujer más frívola, la vigilancia maternal, que es tan vieja como el mundo.

Siempre es el humilde el que habla demasiado.

Su extraño y esplendoroso cabello corría como un hilo rojo por los tapices oscuros y mal tejidos de la noche.

Fue uno de esos impulsos emotivos totalmente arbitrarios, como lanzarse desde un acantilado o enamorarse.

Las simpatías de clase que, aunque son falsas, son lo más verdadero para tantos hombres.

El criminal peligroso es el criminal educado.

La luna era tan brillante y tan llena que parecía un sol más débil.

Las aventuras pueden ser locas pero el aventurero tiene que ser cuerdo.

La luna sólo resulta poética porque hay un hombre en ella.

Nunca se sabrá por qué esta plaza (Leicester Square) tiene un aire tan extranjero y en algunos aspectos tan continental. Nunca se sabrá si es su aire extranjero lo que atrae a los extranjeros o si son éstos los que le dan ese aspecto.

La dinamita se expande; sólo destruye porque se ensancha; de la misma manera, el pensamiento sólo destruye porque se expande. El cerebro de un hombre es una bomba.

El cerebro de un hombre tiene que expandirse aunque rompa el universo.

Todo hombre sabe en el fondo de su corazón que nada merece la pena ser hecho.

Por un instante tuvo la sensación de que el cosmos se había puesto boca abajo, que todos los árboles crecían hacia abajo y todas las estrellas estaban a sus pies.

Hay que luchar contra aquello que se teme.

No hay palabras para expresar el abismo que existe entre el aislamiento y el tener un aliado. Se puede conceder a los matemáticos que cuatro es dos veces dos. Pero dos no es dos veces uno; dos es dos mil veces uno. Ésa es la razón por la cual, a pesar de sus muchísimas desventajas, el mundo siempre volverá a la monogamia.

Después de todo yo soy más que un demonio: soy un hombre. Puedo hacer una cosa que el propio Satanás no puede hacer: puedo morir.

Un hombre distraído significa un hombre benevolente. Significa un hombre que, cuando se da cuenta de la presencia de uno, se disculpa.
La maldad es tan mala que no podemos evitar pensar que la bondad es un accidente; la bondad es tan buena que estamos seguros de que el mal podría ser explicado.

Sólo hemos conocido la espalda del mundo. Lo vemos todo por detrás y todo parece brutal. Eso no es una nube, sino la espalda de una nube. ¿No se dan ustedes cuenta de que todo se inclina y oculta un rostro? Si pudiéramos ponernos delante...

Esos disfraces no disfrazaban sino que revelaban.

El filósofo puede amar a veces lo infinito; el poeta ama siempre lo finito. Para él, el gran momento no es la creación de la luz, sino la creación del sol y de la luna.

El único crimen del Gobierno es que gobierna.

El pecado imperdonable del poder supremo es que es supremo.

¿Por qué todo lo que existe en la tierra pelea contra todo lo demás? ¿Por qué cada cosita en el mundo tiene que pelear contra el propio mundo?